• ¿Cómo se reza?

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Oraciones introductorias

Por la señal de la santa Cruz, de nuestros enemigos líbranos Señor, Dios nuestro.

V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Señor mío, Jesucristo, Dios y hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío; por ser Vos quien sois, bondad infinita, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberos ofendido; también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno. Ayudado de vuestra divina gracia, propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta. Amén.


Enunciar el misterio

Enunciar el misterio según el día de la semana.
Leer o recordar mentalmente un texto referente al pasaje bíblico correspondiente. Se puede escoger uno de los que vienen a continuación de los misterios y meditarlo.


En cada misterio

En cada misterio se reza un padrenuestro, seguido por diez avemarías y, al final, un gloria al Padre.

Al concluir cada misterio:

María, Madre de gracia, Madre de piedad, amor y misericordia, defiéndenos del enemigo y ampáranos, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

Y la oración que enseñó la Virgen a los pastorcitos de Fátima:

¡Oh, Jesús mío! Perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas y socorre espelcialmente a las más necesitadas de tu divina misericordia. Amén.


Después de los misterios

Para finalizar el rosario se rezan las letanías a la Santísima Virgen. 

Después se reza una salve:

Dios te salve, reina y madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra. Dios te salve, a ti llamamos los desterrados hijos de Eva, a ti suspiramos, gimiendo y llorando, en este valle de lágrimas. ¡Ea, pues, señora, abogada nuestra!, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos; y después de este destierro, muestranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce siempre Virgen María!
V. Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios.
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo. Amén.

 

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