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DETALLES DE LA ACTUACIÓN DE LA COMISIÓN

Don Valentín Marichalar, el párroco, desde los primeros días estaba con el propósito de ir lo antes posible a la capital de la diócesis, para informar en el obispado sobre todo lo que estaba ocurriendo. Según explica él mismo en el informe, que escribió seis días después del primer éxtasis, fue al Obispado a pedir “que le enviasen médicos y sacerdotes competentes porque se sentía sobrepasado por los acontecimientos que se desarrollaban en su parroquia”. Hay datos y pruebas de que  por la segunda quincena de dicho mes de julio un grupito de personas de la capital montañesa estaba ya actuando como si fuera comisión nombrada por el prelado para examinar el «asunto Garabandal».

El grupo constaba de tres sacerdotes, como peritos en disciplinas eclesiásticas, y de dos seglares, expertos en ciencia médica. Los sacerdotes eran don Juan Antonio del Val, don Francisco Odriozola y don José María Saiz, «el mejor teólogo de todos ellos», según opinión de bastantes sacerdotes montañeses. El canónigo de Tarragona, don Julio Porro, da también a don Agapito Amieva, Provisor del Obispado de Santander, como miembro de la Comisión. Los médicos eran el doctor Morales y el doctor Piñal, muy conocido psiquiatra el primero, y anestesista el segundo; ambos, con residencia y consulta en Santander capital.

El 8 de mayo de 1968, al año exacto de la trágica muerte de monseñor Puchol Montís, dos beneméritos sacerdotes firmaban un «Dossier Confidentiel» destinado «a los cardenales, arzobispos y obispos de lengua francesa». Esos dos sacerdotes eran el párroco Alfredo Combe, francés, del departamento del Ródano, y el P. José Laffineur, belga, asentado en Francia, que murió el 28 de noviembre de 1970. La cuarta parte de tal dossier habla sobre «Garabandal y el derecho canónico», con afirmaciones como éstas: «La comisión no ha sido jamás “un tribunal”, ni jamás ha actuado ni sentenciado como “tribunal eclesiástico” según los cánones. Nunca, por ejemplo, se exigió el juramento de rigor a quienes eran requeridos o interrogados, aunque se coleccionaran sus cartas o informes.

Tal comisión estaba compuesta de dos laicos y tres sacerdotes. Los laicos eran un neurólogo (Morales) y un médico anestesista (Piñal). En cuanto a los sacerdotes comisionados, pronto uno de ellos (Odriozola) fue dejando a los demás en la sombra, moviéndose como si todas las atribuciones se acumularan en él: no sólo las de secretario, sino también las de procurador, notario y hasta juez... Además, exigía tener él mismo la evidencia de la realidad de las apariciones, cuando en esta materia la evidencia no puede darse más que en los videntes, debiéndose contentar los demás con un buen conjunto de motivos de credibilidad.

Él –como los dos médicos ya citados– sólo en contadas ocasiones subió a ver los hechos sobre el terreno...

Como si buscaran sólo coleccionar argumentos desfavorables a la causa de Garabandal, han evitado interrogar a las mismas videntes, a sus familias, a los testigos, irrecusables, que sabían que eran favorables a las apariciones…»

A este respecto son numerosos los testimonios.

Así por ejemplo D Juan Álvarez Seco afirma en su informe:

“Hago constar que, durante el año 1961, a los médicos nombrados por la Comisión del Obispado, sólo les he visto por Garabandal tres días.

Uno fue cuando me dijo el Sr. Rocha de la Nansa que este día el Dr. Morales había dicho que no subirían al Cuadro las videntes, porque las iba a hipnotizar y las pararía en la Calleja, lo que resultó un gran fracaso para el Dr. Morales.

El otro fue el 18 de octubre de 1961, cuando se dio el primer mensaje, que se encontraron custodiados por la fuerza, para que no se les molestara, al parecer por su conducta y el mal acierto de su actuación.

Y el tercero, creo que estuvieron por la noche en Garabandal, cuando todo el vecindario dormía, y trataron de llevarse a las videntes para Santander, sin permiso de los padres y del pueblo”.

Respecto a su primera actuación según afirma la misma Conchita en su diario querían llevarla a Santander por medio de un sacerdote llamado D. Luis. Se trata de don Luis González López, sacerdote que había estado de cura, años antes, en Garabandal. El motivo era  «porque decían que yo era la que obsesionaba a las otras...» La madre de Conchita no puso grandes reparos, pues para todos don Luis era un sacerdote de absoluta confianza.  Parecía muy aconsejable hacer una prueba, sacándola de allí.

«Me querían llevar a Santander, porque decían que yo era la que obsesionaba a las otras... Me llevaban para hacer pruebas».

 «El primer día que fui (a Santander), tuve aparición junto a una iglesia que llaman de la Consolación; y estaba allí mucha gente: tuvieron que intervenir los de la Policía Armada de tanta gente que había... Ese día hicieron varias pruebas conmigo; y cuando se terminó la aparición, me metieron en una oficina con un sacerdote y un médico, a preguntarme cosas... El sacerdote se llama don Francisco Odriozola y el médico, el doctor Piñal». Pasaron inmediatamente aviso a los señores Odriozola y Piñal y tan pronto como finalizó el trance, Conchita se encontró ante ellos en una oficina o despacho de la casa parroquial.

«Me decían: que cómo había hecho esas cosas.... que estaba loca.... que estaba engañando al mundo de esa manera…» «Y me decían: “Ponte tiesa, mírame a la nariz..., que te voy a hipnotizar”. Y cuando me dijo: “Mírame a la nariz”, yo me reía... Y él me decía: “No te rías, que no es cosa de risa”». Y ese día ya no me hicieron más cosas».

Mientras tanto, la  gente de Garabandal se enteraba de lo que acababa de ocurrir porque a la misma hora del trance de Conchita, las tres niñas que habían quedado en el pueblo tenían una aparición en los Pinos; y durante ella la Virgen les dijo que también Conchita la estaba viendo entonces... Las niñas lo dijeron luego a la gente, y el brigada de la Guardia Civil pudo comprobar bien pronto desde Puente Nansa, por teléfono, toda la exactitud de sus informes: por la Virgen habían sabido ellas en los Pinos de Garabandal lo que estaba pasando en los mismos instantes a noventa kilómetros de distancia.

«Al día siguiente me llevaron donde médicos, a ver si estaba enferma; me llevaron donde uno que se llama Morales, y varios más... Y todos me decían que estaba bien, y que esto de las apariciones era un sueño. Y decían que me dejarían allí en Santander, para que me distrajera, para que se me olvidara todo y no volviera a tener más apariciones».

Por ello, la comisión comenzó a decir que tales cosas eran irreales: fantasías, sueños, alucinaciones; e hicieron un plan de tratamiento: que se quedara en Santander y entrara de lleno en un buen ambiente de «distracción», para que se le fueran pronto de la cabeza todas aquellas cosas raras.

El «tratamiento» para «curar» a Conchita era el siguiente:

«Unas sobrinas y una hermana del P. Odriozola me iban a buscar todos los días a casa, para ir a la playa, y a las ferias, lo que yo hasta el presente nunca había visto». ¿Cómo la niña de Garabandal no iba a sentirse fortísimamente impresionada, y como zambullida de golpe en una placentera disipación? Sacudida así por tantas y tan insólitas experiencias, hubiera sido un milagro que mantuviese el espíritu sereno y limpio, en forma, para las influencias nada fáciles de arriba.

Parece que después de esto no hubo apariciones por lo que los comisionados sacaron la  conclusión de que lo que la niña había tenido anteriormente no ofrecía garantía alguna de proceder de Dios. Conchita afirmó al P. Andreu: «Me ha declarado la Virgen, que no me vino a ver más veces, porque yo iba a la playa. Pero ahora ya me he confesado».

El P. Andreu afirma en su informe: “Cuando la mayor de las cuatro videntes, Conchita, fue trasladada a Santander al Obispado, acompañada de su madre, tuvo un éxtasis viendo a la Virgen y otro día tuvo una locución. No volvió, a lo que parece, a tener más visiones en Santander, hasta que llegó de nuevo a Garabandal. Entre las cosas que hizo la niña en Santander una fue que la llevaron varios días a la playa. Dice la niña que le enseñaban fotografías y hacían con ella otras experiencias, sin duda a modo de test (por mandato del Obispado sin duda alguna, que fue quien la mandó a buscar). La finalidad fue la de sacarla del ambiente en que la niña vivía, y pensaban influía en las visiones (¿Entonces por qué tuvo visión y locución en Santander?).
    
De vuelta a Garabandal y sin yo preguntarle especialmente a la niña sobre el período de vida en Santander, ella, delante de algunas otras personas, me dijo: «Me ha dicho la Virgen que en Santander no me vino a ver más porque iba a la playa, Pero ahora ya me he confesado».    

Le preguntaron si queria ser  pastora o señorita y ella respondió que señorita. Al decirle yo si le gustaría a la Virgen que ella fuese señorita me respondió: “Y por qué no le va a gustar que aprenda”. Le dije: ¿y  cómo vas a aprender? Y respondió: “como las demás”. Al no entender el sentido de sus palabras le pregunté: ¿Y qué es ser señorita? Y me dijo: “Ir a un colegio”.

Respecto a otros incidentes durante su estancia en Santander, son varias las versiones que me llegan; prefiero silenciarlas aquí, aun dando por supuesto que la niña, ante ciertas preguntas o documentos de determinadas personas llegase a no decir la verdad, por miedo a ser castigada o recluida”.

Cuando fueron a buscar a Conchita para llevarla de nuevo a Garabandal don Luis llamó al doctor Piñal, para decirle lo que ocurría; y el doctor respondió que fueran inmediatamente a su casa. Ya en ella, el doctor intentó por todos los medios ganar la partida en el último momento:

«–No sé cómo eres tan tonta, queriendo volver al pueblo... Aquí podrías ser una niña bien..., te llevaríamos a un buen colegio... serías una señorita... Basta con que digas que todo aquello del pueblo no es verdad, que ha salido de vosotras, que os están engañando. Como te empeñes en hablar de apariciones, serás una desgraciada. Porque te declararemos loca y te encerraremos en un manicomio. Y tus padres irán a la cárce...»

Esto hizo su efecto y Conchita, temblorosa, con los ojos muy abiertos, y lágrimas en ellos, acabó diciendo: «¿Sabes lo que te digo? Que, a lo mejor..., lo mío no es cierto. Pero lo de las otras, a lo mejor, sí…»

El doctor Piñal aprovechó inmediatamente el momento: –«¿Quieres firmar lo que acabas de decir?» – «Bueno», dijo Conchita; y escribió su nombre en el papel que le presentaron.

De esta posición y proceder de la Comisión santanderina se han derivado incalculables consecuencias.  

Parece pues que la capacidad o las ganas de estudio de la "comisión" fueron muy limitadas como corroboran otros autores como el P. Eusebio García de Pesquera, que en su libro "Se fue con prisas a la montaña" en su página 124, duda de la oficialidad de la "comisión" así como califica de "muy especial o bastante extraño" el modo de proceder de "la comisión" y ratifica la escasez de visitas que dicha "comisión" realizo a Garabandal "sin dar la cara, sin ponerse en una primera línea de observación y estudio, sin llegar jamás a interrogatorios en regla con las videntes y los testigos más cualificados", dudando incluso del "proceder de buena fe, en santo y autentico afán de esclarecer a la luz de Dios las cosas" de alguno de los comisionados.

Otro punto que ratifica estas razones, son las declaraciones del P. Lucio Rodrigo (catedrático de teología moral de la universidad pontificia de Comillas) recogidas en el citado libro del P. Pesquera (páginas 190-191) en la que manifiesta que en una reunión mantenida con miembros de la comisión (de los cuales tres sacerdotes habían sido alumnos suyos): "No me fue difícil entender que no buscaban precisamente mi opinión como elemento que les sirviese en orden a formar juicio. Ellos venían ya con el juicio vencido, en posición contra el posible signo sobrenatural de los sucesos" y añade que: "Creí descubrir en los miembros de la comisión algo que se haría casi evidente, que ellos andaban muy especialmente a la caza de datos o pruebas en contra".

El párroco D. Valentín Marichalar afirma que “la Comisión investigadora de los sucesos encargada por el Obispo de Santander, no se preocupó en absoluto de él; según su propia expresión, para ella: «Pintaba yo, menos que un cero a la izquierda».

Afirma además en una entrevista que nunca fue interrogado por el Obispo. “El deseaba que firmase una declaración, pero le dije que entonces todavía no podía firmar nada en un sentido o en otro hasta ver cómo evolucionaba todo. En una ocasión la comisión intentó darme unas vacaciones. Me insinuaron “que para que la gente no piense que le estamos presionando, que haga una petición por carta y nosotros le daremos unas vacaciones”. Contesté, “Mira, si me enviáis fuera me iré, pero yo no lo pediré”. Parecía como que deseaban engañarme”.

Además, según el párroco hubo muchas deficiencias en el modo de actuar de la comisión llegando a afirmar que “nada se hizo bien”.

Respecto al modo de interrogar recuerda que nunca se le tomó juramento ni a él ni a Conchita. “Intentaron durante horas – afirma - que dijese lo que ella no quería decir y aunque la niña era muy inteligente, el Obispo y los que la rodeaban fueron más inteligentes que ella. Hubo ocasiones en que lograron que negara. Lograron que dijese cosas que no pensaba decir”. Por ello llegó a la conclusión “la comisión estaba haciendo todo lo posible para terminar con esto por medios lícitos o ilícitos. Por todos los medios deseaban terminar con las apariciones porque ellos no creían en ellas.”

En cualquier caso, no se ha dado hasta hoy una explicación natural satisfactoria a fenómenos que tuvieron lugar entre 1961 y 1965 y que fueron presenciados por millares de gentes venidas de diferentes partes del globo a Garabandal, fotografiados y filmados.

 


DETRACTACIÓN DEL DR. MORALES

El 30 de Mayo de 1983 el Doctor Luis Morales Noriega, señalado por el Obispo Administrador Apostólico D. Doroteo Fernandez como médico principal en la Comisión investigadora de las Apariciones, se retractó de su anterior opinión negativa y reconoció la autenticidad de las Apariciones de la Virgen María en Garabandal durante una conferencia que dió en el Ateneo de Santander con una gran afluencia de público y con permiso del Obispo de Santander.

Al doctor Luis Morales, de 86 años, nada le importa que le hables de su larga trayectoria profesional, que le ha hecho toda una institución en la salud mental de Cantabria: ha perdido la fe en la psiquiatría. Por el contrario, dice que ha ganado la fe en Dios y, lo que es aún más comprometido para un científico, en la Virgen.

Entre sus cambios y rectificaciones personales se incluye el arrepentimiento de lo que en su día declaró en la comisión de investigación del Obispado sobre San Sebastián de Garabandal, negando la autenticidad de los hechos, y en su declaración llegó aún más lejos: ni hubo comisión ni investigación formal; fue un simulacro.

"Afirmo a la vez, sin ningún temor a equivocarme, que los acontecimientos de San Sebastián de Garabandal fueron exactamente de la misma naturaleza que Lourdes y Fátima, incluso protagonizados por niños de la misma edad y en similares circunstancias de semiaislamiento",  explica el Dr. Morales.

Para este doctor los hechos superan toda explicación natural.

 


UNA NUEVA COMISIÓN (1986-1991)

El obispo de Santander, Mons. Antonio del Val Gallo reconvino una nueva comisión de investigación. La anterior comisión, bajo el anterior obispo de Santander, había basado su conclusión en el comunicado del único miembro con experiencia científica. Este miembro había calificado los acontecimientos de "orden no sobrenatural". Desde entonces, éste mismo había invertido su postura y declaró totalmente lo contrario.

En una entrevista al P. Franςois Turner, O.P., gran estudioso sobre las apariciones, declaraba que sus únicos conocimientos sobre esta segunda comisión eran que estaba compuesta primero por un grupo de cuatro jóvenes sociólogos, dos mujeres y dos hombres y un quinto que se sumó más tarde. Los cuatro primeros eran gente laica, y el quinto creía que era un sociólogo Dominico. La segunda parte de la investigación fue el aspecto psicológico. No sabe quienes fueron los investigadores en esta etapa, ni cuántos. Y luego quedaba el lado teológico y el espiritual, tampoco conocía quienes ni cuantos lo hicieron. Afirma que D. Juan Antonio del Val quiso mantenerlo en secreto. No aparece información sobre esta comisión y su actuación, los testigos directos no conocen nada de este estudio y declaran no haber sido interrogados sobre las apariciones.

 


ACTUALIDAD

De este modo, oficialmente, a nivel de diócesis así como a nivel de Vaticano, "el caso permanece abierto" reuniendo nueva información.

Actualmente no hay prohibición para subir a Garabandal y se puede celebrar la misa en la parroquia.

Técnicamente, el caso de las apariciones de Garabandal no puede ser cerrado hasta que dos grandes profecías se cumplan: (1) El Aviso; y (2) El Milagro.

Como ha ocurrido en otras apariciones, en un principio la Iglesia no aprueba nada, más bien por prudencia lo desaprueba. Si el Señor y la Virgen así lo desean darán pruebas de que aquello es verdad. Y serán los frutos espirituales y apostólicos los que demuestren que allí hay algo que sobrepasa lo puramente natural, que allí realmente está presente lo sobrenatural.

El Obispo de Mostar en Bosnia se opuso muy radicalmente al carácter sobrenatural de los fenómenos de Medjugorje. Se creó una situación bastante tensa que ha durado hasta hace muy poco. En vistas del volumen que han tomado los frutos espirituales y apostólicos en aquel lugar, y desde aquel lugar, y la seriedad y ortodoxia con que se vive allí la fe y la liturgia, la Santa Sede ha asumido la jurisdicción y la iniciativa para juzgar sobre la veracidad de los hechos.

 Las revelaciones de Jesucristo a Santa Faustina sobre la Divina Misericordia fueron negadas y prohibidas por la Santa Sede, hasta que Juan Pablo II asumió el tema como algo propio, que él había conocido de primera mano, y pronto se dieron todas las aprobaciones y bendiciones a los mensajes del Señor.

En Fátima también pasaron años para superar la incertidumbre que había sobre las apariciones de la Virgen. Fueron igualmente los frutos los que demostraron que allí había algo serio.  “Por sus frutos los conoceréis” dijo el Señor.

El que no hayan sido aprobadas oficialmente las apariciones de la Virgen en Garabandal no quiere decir que la Virgen no pueda hacer sus manifestaciones allí donde lo considere oportuno. La Congregación afirma: hay que decir que es inexacto atribuir a la Sagrada Congregación la parte del texto que habla de la carencia de carácter sobrenatural de los acontecimientos de Garabandal, ya que la Sagrada Congregación ha insistido siempre en abstenerse de toda declaración directa sobre este punto, debido precisamente a que no considera necesario hacerlo después de las claras y expresas decisiones del Obispo de Santander.

Sea como sea, los mensajes que se le atribuyen a la Virgen están en consonancia con los de otras apariciones aprobadas por la Jerarquía: oración, desagravio, amor a la Eucaristía, pedir perdón por los pecados, fidelidad de los sacerdotes y almas consagradas, rezar el Santo Rosario, etc.

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