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Miguel González, hermano de Conchita

Dice Miguel:
Fui a la escuela del pueblo hasta los catorce años. Don Valentín, el párroco, venía desde Cosío y nos daba el catecismo en la Iglesia los sábados.
Don Valentín se quedaba a dormir en el pueblo para decir la misa del domingo. Por la tarde se rezaba el Rosario en la iglesia.
Trabajé en los invernales desde los diez años, era un trabajo duro. Ahora es mas fácil porque hay máquinas, pero entonces todo se hacía a mano. La gente llevaba cargas pesadas sobre sus espaldas y recorría largas distancias durante todo el día porque había que almacenar la hierba para el invierno.
Cuando era joven y trabajaba en el campo, la campana de la iglesia del pueblo tocaba al mediodía. Todos parábamos de trabajar, incluso los que estaban con el ganado, y rezábamos el Ángelus. Después, por la tarde, todos, hombres, mujeres, niños, todos volvían a sus casas para luego ir a rezar el rosario en la iglesia. Y esto sucedía cada día.

Mi padre era más alto que mi hermano Serafín, murió de una enfermedad de pulmón porque había mucho polvo en sus pulmones. La hierba seca que se pone en los establos, cuando se saca durante el invierno suelta cantidad de polvo y mi padre trabajó en ello durante toda su vida.
Conchita tenía 12 años de edad cuando comenzaron las apariciones. Siempre iba a Misa y a la Comunión cuando el sacerdote celebraba la misa en la iglesia del pueblo. En casa de mi madre, cada noche, cuando terminábamos la cena, inmediatamente rezábamos el rosario. Mi hermano Aniceto, que murió en 1966, cuando tenía 28 años de edad, yo creo que era el más religioso de todos nosotros. Cada noche iba a rezar el rosario con la gente del pueblo en la iglesia.
Mi madre, no solamente era muy religiosa, sino también muy estricta con sus hijos. A la noche, si yo estaba fuera, esperaba en la cocina hasta que volviese a casa. Cuando no había misa en Garabandal, mi madre caminaba algo más de cinco kilómetros hasta la iglesia de Cosío para ir a la misa de las seis de la mañana y después caminaba de vuelta a casa y para el trabajo. Esto lo hacía lo mismo con tiempo bueno o malo, en verano o en invierno.
Muchos jóvenes de mi pueblo emigraron y yo, desde 1969, he estado viviendo en Nueva York, trabajando para Allied Sanitation, Inc., propiedad de la familia de Joey Lomangino y dirigida por este.
Cuando empezaron las apariciones, Serafín y yo estábamos trabajando en la provincia de León. Yo tenía unos 18 años. Mi hermano Serafín y yo veníamos de vuelta a casa. Hacia las siete de la mañana de un 13 de julio de 1961, llegamos a Torrelavega. Cuando estábamos desayunando en un restaurante de Torrelavega, un amigo de Serafín vino y nos dijo: ¿Sabíais que un Ángel se apareció a cuatro niñas en el pueblo de San Sebastián de Garabandal? No sabíamos nada porque, aunque mi hermano Aniceto nos había escrito a León, la carta llegó después de que ya nos habíamos ido a casa. Todavía no nos lo creíamos mucho.
Fuimos a casa de mi tío Paulino, hermano de mi madre, que vivía en Torrelavega y cuando llegamos nos dijo: ¿Sabíais que, según los periódicos, un Ángel se aparece a cuatro niñas y que una de ellas es vuestra hermana? El periódico traía una foto de mi hermana Conchita y entonces ya nos tomamos en serio las apariciones. Le dije a mi hermano Serafín: Vámonos a casa inmediatamente. Serafín dijo: No, estamos muy cansados, dejémoslo para mañana.
Al día siguiente, el 14 de Julio de 1961, salimos hacia Pesués y desde allá en autobús a Cosío. Desde Cosío, con el equipaje en mano, subimos andando a Garabandal. Por el camino había mucha gente, unos que subían para el pueblo y otros que bajaban y estos cuando se nos acercaban decían: deben de ser los hermanos de Conchita porque ella dijo durante la aparición que sus hermanos llegaban hoy. Cuando llegamos a casa había mucha gente, tanto fuera como dentro de casa. Mi hermano Aniceto estaba en la cocina. Pensé, "con la tranquilidad en que vivíamos y ahora esto..."
Conocía bien a mi hermana y sabía que decía la verdad. Las cosas que sucedían durante las apariciones eran increíbles y todos los hechos me impresionaron de un modo que los recuerdo como si hubiesen sucedido ayer. Cuando fui testigo de la primera aparición que vi, me impresioné profundamente. Igualmente la primera vez que oí a las niñas rezar el rosario y la primera vez que las vi subir a los pinos y bajar de espaldas.
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La primera vez que fui testigo estaba nervioso porque nunca había visto algo así y no comprendía muchas cosas que sucedían. Por ejemplo, las potentes luces que a veces ponían a los ojos de Conchita o cuando la pinchaban, sin ninguna reacción por parte de ella. Los médicos intentaron levantar a Conchita del suelo pero no pudieron.
Desde el 18 de Julio, 1961, hasta primeros de Octubre fui testigo de los éxtasis cada día. Había una, dos o tres visitas de la Virgen entre las ocho de la tarde y las cinco o seis de la madrugada. Después de este año, solo estuve en Garabandal durante las Navidades y durante el verano, porque tenía que regresar al trabajo.
Un día decidí hacer alguna prueba por mí mismo. Se decía de lo rápido que las niñas corrían al lugar de la Aparición cuando recibían la tercera llamada. Me decía: no me van a dejar atrás porque solo tienen doce años y yo tengo dieciocho y normalmente yo corría bastante mas que ellas. Una tarde, hacia las ocho, en Julio, Jacinta, Mari Cruz y Conchita estaban sentadas en la cocina de mi casa comiendo bocadillos. No recuerdo si estaba Mari Loli. Habían comido unos bocados cuando tuvieron la tercera llamada y empezaron a correr. Yo también corrí detrás de ellas y antes de que yo llegase al lugar de la calleja llamado "el cuadro" pude oír el golpe contra las piedras, de la caída de rodillas en éxtasis. Me fue imposible seguirlas de cerca, aun cuando corrí tan rápido como pude.
También intenté levantar a Conchita del suelo pero no pude, estaba fija como una roca, ni siquiera le pude mover los brazos. Mi hermano Serafín levantaba grandes pesos como nada. Una vez lo intentó, no por él sino porque la gente se lo pidió pero no pudo moverla. Sin embargo las niñas, muchas veces, cuando decían adiós a la Virgen, se levantaban unas a otras sin el menor esfuerzo; lo hacían para subir a su altura, donde veían a la Virgen, para besarla. Otras veces era la Virgen quien bajaba a la altura de las niñas y las besaba.
El suceso que me dio una gran prueba de la verdad de las apariciones fue poco antes del 18 de Julio de 1961, día del Milagro de la Comunión visible de Conchita. Me dice Conchita : ¿tienes una medalla o cadena?. Le dije: no, debo haberla perdido. Me dio una nueva medalla y me dijo: cuando venga un sacerdote pídele que te la bendiga.
Más adelante, una tarde que tuvo Aparición en la cocina, ella tenía muchos rosarios, cadenas y escapularios en su mano para darlos a besar a la Virgen; yo estaba en la habitación, en la esquina, algo apartado de la gente. Ella estaba de rodillas y se levantó para dar a besar lo que llevaba a la Virgen. Pensé: ¿por qué no lo dí mi cadena para que se la diese a besar a la Virgen?. No había terminado de pensar esto cuando Conchita, todavía con el brazo en alto, se volvió, anduvo unos pasos hacia mí, me sacó la medalla del cuello y se la dio a besar a la Virgen. Después me puso de nuevo la cadena con la medalla en el cuello.
Un sacerdote me dijo que las niñas deberían cambiar de ambiente. Me dijeron que convenía que Conchita fuese a la playa a Santander por unos días e incluso que convenía cortarle las trenzas del pelo porque la hacían más reconocible para la gente y llamaba más la atención. En Santander le cortaron las trenzas y en una ocasión, también en Santander, según venía por la calle, tuvo Aparición y cayó en éxtasis. Mucha gente, incluidos sacerdotes, se pusieron alrededor y trataron de llevarla al interior de una Iglesia que estaba al lado. No hubo modo de levantarla del suelo. Finalmente lograron llevarla al interior de la Iglesia y continuó allí en éxtasis.
La noche en que Conchita recibió la Comunión visible de manos del Ángel fue de gran alegría para mí. Había mucha gente en Garabandal porque era la fiesta de San Sebastián. Su fiesta es el 20 de Enero, pero hay demasiado frío para celebrarla entonces y por esto lo hacemos el 18 de Julio. Mucha gente pensó que si había baile no vendría la Virgen ese día.
Un muchacho preguntó a Conchita: ¿está bien que haya baile hoy?. Conchita dijo: con baile o sin el, el milagro ocurrirá esta noche. Sobre las diez de lo noche mi madre me dijo: Miguel, ponte a la puerta y que nadie más entre en la casa que ya no hay sitio. La puerta estaba abierta y me senté en medio para que nadie pasase pero daba igual pasaban de todos modos.
Pasadas las once de la noche cerré la puerta y dije a Conchita: me voy a la cama porque esta noche no va a suceder nada. Conchita me suplicó: espera un poco mas que dentro de poco voy a salir. Creo que ya tenía una llamada. Una hora después, Conchita subió a su habitación donde estaban algunos parientes y más gente. A la tercera llamada salió de casa, pasó a través de la muchedumbre que estaba allí. Con dificultad pude seguirla y llegué justo a tiempo cuando ya ella estaba de rodillas. Hizo la Señal de la Cruz, rezó el acto de contricción. Todo esto me quedó completamente grabado en la mente. Sacó la lengua, y poco después, en un instante, de repente, apareció la Hostia en su lengua. Estuvo así mas de un minuto. Luego de comulgar hizo la señal de la Cruz, se levantó y se alejó. He oido que un señor de Barcelona, el Sr. Damians, filmó algo sobre el Milagro de la Comunión pero yo no le conocí personalmente hasta que Joey me lo presentó en su casa en enero de 1972.
Recuerdo la importancia que tuvo durante las Apariciones el rezo del Rosario. En una ocasión, durante una noche tormentosa y de nieve, Conchita tuvo Aparición y anduvo por el pueblo rezando el Rosario, fue a los pinos y a la Iglesia. Era sobre las tres de la mañana. Cuando la gente la oyó, se levantó y la acompañaron durante el rezo.
Un amigo de Serafín le había expresado el deseo de estar presente durante una aparición. Sin embargo él trabajaba desde las seis de la mañana a las nueve de la noche y era muy difícil para él estar despierto a esas horas de la noche. Un día, sobre la una de la madrugada, Conchita, en éxtasis, empezó a rezar el Rosario. Fue donde la casa de este señor y estuvo fuera rezando el rosario hasta que despertó, se vistió y se unió al grupo de gente que rezaba con ella.
 
En una ocasión había unas quinientas personas frente a la casa de Mari Loli. Conchita tenía de diez a veinte medallas y cadenas en su cuello. Vi que sacaba una cadena que en realidad era imposible de sacar porque era demasiado pequeña para sacarla por la cabeza. Después intentaron ponérsela por su cabeza pero era imposible porque para sacarla había que abrir antes un cierre. Yo vi como la sacó, con una medalla que llevaba la cadena, mientras le decía a la Virgen: ¿Es esta?. Entonces fue directamente por entre la multitud y se la puso a su dueño.
Yo había visto como Conchita, para ponerla en su cuello, abrió el cierre de la cadena y la puso normalmente, pero durante el éxtasis la sacó sin abrir el cierre; aun cuando la cadena no cabía a través de su cabeza ella la sacó. También he visto a Mari Loli hacer esto mismo en otra ocasión.
Los sacerdotes que subían a Garabandal unos creían y otros no. Una noche había tres o cuatro sacerdotes en la cocina de mi madre y mi hermana estaba durmiendo en una silla. Un franciscano dijo a los otros: ¿a qué hora comienzan las apariciones?. Entonces mi hermana despierta y dice : ¿para qué lo pregunta si usted no cree?. El sacerdote no había dicho a nadie que no creía. Y así era, él mismo lo dijo y le impresionó que Conchita lo supiese.
VI muchas cosas, cada día era diferente. En muchas ocasiones Conchita tuvo aparición sobre las tres de la mañana y salía por el pueblo rezando el Rosario. En verano esto se llevaba bien. Pero en el invierno, cuando nevaba, salir a las tres de la mañana, acompañándola en los rezos por las calles, era mucho sacrificio. Mi madre me dijo que una noche muy mala de tormenta ella rezaba para que mi hermana no saliese esa noche. Apenas había pensado en eso cuando Conchita tuvo Aparición y después salió a la calle. Había una tormenta increíble, pero ella salió. Poco después de salir Conchita, la tormenta paró y mi madre salió con ella rezando el rosario.
Como dice Miguel, los éxtasis tenían cada uno algo especial o de especial significado, que los hacía diferentes; todo ello le llenaba de profunda emoción. A modo de ejemplo he aquí dos entre muchos.
Conchita sobre la nieve:
Una noche Conchita tenía ya dos llamadas, por lo que la entrada en trance de la niña podía esperarse de un momento a otro. Aniceta nunca la dejaba sola en tales circunstancias, y menos de noche; pero en aquella ocasión se le arreglaba muy mal el quedarse ella misma pendiente de Conchita; rogó entonces a Aniceto que, en vez de ir a acostarse, se quedara al lado de su hermana.
Hacia las dos y media de la madrugada, Conchita cayó en éxtasis y salió de casa. Cetuco tomó una linterna y la siguió. Era una noche de invierno, blanca por la nieve y rigurosamente fría. Como volando por encima de toda aquella blancura, Conchita hizo presurosa el difícil camino de los Pinos. A Cetuco se le quitó el frío con su esfuerzo por seguirla.
Un rato más tarde, Aniceta, bien abrigada, se echó igualmente a la calle para reunirse con sus hijos. Era impresionante el frío; pero más aún, el silencio de todo y el apagado resplandor de la nieve. Cuando, al fin jadeante, llegó a los Pinos, Aniceta quedó como muda ante la escena que veían sus ojos: allí estaban, sobre la nieve, sus dos hijos, de rodillas y rezando. Conchita absorta en su Visión dirigía el Rosario; Cetuco, con toda devoción iba respondiendo.
Al cabo de un rato, Conchita se levantó; entonces la madre se adelantó a bajar, para prepararle de algún modo el camino, apartando la nieve en los pasos más difíciles. Fue una precaución inútil, pues la niña, ¡de rodillas y de espaldas!, se deslizaba hacia abajo sobre aquella capa blanca, como siguiendo una trayectoria que invisiblemente se le trazase. Tan extraordinaria marcha extática fue a terminar detrás de la casa materna, en la calle o callejuela que meses más tarde había de ser escenario del "milagro de la comunión visible".
Dice Miguel:
En cuanto a mí, siempre fui practicante de la religión pero ahora reflexiono y medito más sobre mi vida en relación con las Apariciones y Mensajes de Garabandal. Creo firmemente que el Arcangel San Miguel y la Virgen del Carmen se han aparecido en mi pueblo, en San Sebastián de Garabandal. Personalmente yo creo en las Apariciones y que algo extraordinario va a suceder, como está profetizado.

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