La Virgen de Garabandal respondía a las mil preguntas que le hacían las niñas, y poco a poco, les iba formando la conciencia.
Su trato con ellas era muy sencillo. Muchas veces la madre del cielo jugaba con las niñas por el pueblo.
Después de ver a la Virgen las niñas tenían más ganas de amar a Jesús y a María y de hablar a todos del Señor y de su Madre Santísima.