Sed muy buenos todos
Se despliegue ante nuestros ojos una oleada de mal, de destrucción, guerras, persecución, el mundo, el hombre, se aleja cada vez más de Dios, consumido por la avaricia, el deseo de poder, el consumismo y el materialismo, el vivir como si no hubiese Dios, como si hubiese justicia por sus crímenes. Se cree libre. Apoyado en las nuevas tecnologías se cree hasta dios. Pero, pronto aquellos hombres tendrán que presentarse delante del juez justo y veraz, y ¿qué dirán?
¡Espera!
El primer mensaje contiene estas palabras: "si no cambiamos, nos vendrá un castigo muy grande". No sabemos cuándo, cómo ni qué será este castigo, pero podemos intuir que será algo terrible. En los días 19 y 23 de junio 1962 tuvieron lugar las llamadas “noches de los gritos”. Las videntes fueron instruidas acerca del “aviso” y del “castigo”. La Virgen les enseñó una visión del castigo que vendría si después del aviso y del milagro el mundo no cambia. Imaginamos cómo tienen que haber sido los gritos de las niñas para producir en los presentes tal temor que todos los presentes pedían de inmediato la confesión. Una de las presentes recordó: Las niñas daban gritos impresionantes, y decía “¡Espera! ¡Espera!… ¡Que se confiesen todos!…” La gente empezó a pedirse perdón públicamente. Se confesó todo el pueblo; y, al parecer, fueron confesiones de una sinceridad y arrepentimiento verdaderamente extraordinarios”.
Loli y Jacinta dejaron escritos dos mensajes relacionados con lo que vieron.
19 junio 1962
“La Virgen nos ha dicho que no esperemos el Castigo; pero sin esperarlo vendrá; porque el mundo no ha cambiado, y ya lo ha dicho con esta dos veces; y no la atendemos, porque el mundo está peor; y hay que cambiar mucho, y no ha cambiado nada. Preparaos, confesar, que el Castigo pronto vendrá, y el mundo sigue igual… Lo digo: que el mundo sigue igual. ¡Qué pena que no cambie! Pronto vendrá el Castigo muy grande, si no cambia”
23 junio 1962
“La Virgen nos ha dicho que el mundo sigue igual, que no se ha cambiado nada; que pocos verían a Dios; son tan pocos, que a la Virgen la da mucha pena. ¡Qué pena que no cambie! La Virgen nos ha dicho que está llegando el Castigo. Como el mundo no cambia, la copa se está llenando. ¡Qué triste estaba la Virgen! Aunque a nosotros no nos lo dé a ver, porque la Virgen nos quiere tanto…; Ella lo sufre sola, porque es tan buena. ¡Sed buenos todos, para que la Virgen se ponga contenta! Nos ha dicho que pidamos los que somos buenos por los que son malos. Sí, pidamos a Dios por el mundo, por los que no le conocen. Sed buenos, muy buenos todos”.
¡Preparaos!
Hay muchas cosas en el mundo que nosotros no podemos cambiar directamente, pero debemos examinarnos y lo que está de nuestra mano ponernos a trabajar. La conversión personal, la lucha por la santidad, el cambiarnos, no es indiferente en la gran batalla contra el mal que se está librando hoy en el mundo. Si cada uno tomásemos en serio la llamada a la conversión y nos esforzáramos en vivir santamente estaríamos ayudando a que el mundo cambie. Tenemos que prepararnos, ser conscientes de que el tiempo que tengo para la conversión es este momento, el ahora que estoy viviendo, porque no sé si el después vendrá. ¿Quién puede añadir un minuto, un segundo, a su vida? No sabemos cuánto tiempo tendremos. No podemos estar esperando a que llegue un momento en que digo “ahora sí voy a convertirme”. Este “ahora” es literalmente ahora mismo, este precioso momento que Dios te regala para que le digas “Señor aquí estoy, quiero seguirte, quiero serte fiel, tú sabes que soy débil, pero quiero empezar de nuevo y cambiarme”.
Sed buenos… si podéis
San Felipe Neri decía “Sed buenos… si podéis”. Sabemos que si sin la gracia nosotros no podemos nada. Para ser buenos necesitamos, además del deseo de serlo y el esfuerzo que requiere de nuestra parte, la gracia de Dios que lo hace posible. El Señor nos lo dijo “Sin mí nada podéis hacer” (Jn 15, 5). Tenemos que contar con Él y con Nuestra Madre. Ellos están allí para ayudarnos. Pero esta disposición, este “quiero” que nos pone en el camino hacia este “sed buenos”, tiene que ser una respuesta personal.
Pidamos a Dios por el mundo
Además del esfuerzo personal en la santidad nos tiene que interesar que todos lleguen a conocer a Dios y volver Él. Esto podemos hacerlo a través del apostolado, con la palabra o con la vida, y también a través de la oración de intercesión. Tenemos que rezar por el mundo, rezar por los pecadores, los alejados de Dios, rezar por los gobernantes. También tenemos que rezar por la Iglesia y por los que El Señor ha elegido para guiarla para que sean también ellos santos y para que la Iglesia cumpla su misión en el mundo de anunciar la buena noticia, bautizando en el nombre del Señor Jesús y llevando a las almas al Cielo. No podemos en este punto quedarnos con los brazos cruzados. Tenemos que vigilar también nuestro corazón, que no surgen en el quejas estériles que no lleven a ninguna parte más que a amargar y quizá dividir. ¿Quejo de aquel sacerdote, aquella persona, aquella situación? Sí. Pues cambia y ahora pregúntate: ¿He rezado? ¿He ofrecido sacrificios? ¿He hecho penitencia?
Sabemos que la victoria es de Nuestro Dios
Sabemos que la batalla está ganada. Esto nos da el ánimo para seguir. Pero también sabemos que en estos momentos en que la batalla arrecia tenemos que luchar con más valor para salvar cuántos almas sea posible. ¡Que no se pierde ni uno!
Pidamos a Nuestra Madre que nos ayude a tomar en serio sus palabras y que nos dé valor para ser testigos de Cristo en el mundo que tanto necesita de Él.